Mar adentro parece no ser el sitio más adecuado para albergar grandes
comunidades biológicas, pero al acercarse a una barrera de coral o a
islas, la proporción de vida se dispara. Cuando Charles Darwin observó
esto se preguntó cómo era posible que en un entorno aparentemente tan
poco productivo, existiera tanta vida.
Con el tiempo el interrogante se
hizo conocido como la paradoja de Darwin.
Un equipo, formado por biólogos y oceanógrafos de la Universidad Bangor y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) han desvelado la incógnita. En un estudio, publicado en Nature Communications, los autores analizaron 35 islas del Pacífico y descubrieron que en las aguas que las rodean hay un 86% más de fitoplancton que en mar abierto.
Un equipo, formado por biólogos y oceanógrafos de la Universidad Bangor y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) han desvelado la incógnita. En un estudio, publicado en Nature Communications, los autores analizaron 35 islas del Pacífico y descubrieron que en las aguas que las rodean hay un 86% más de fitoplancton que en mar abierto.
Ubicados en la base de la cadena alimenticia, las presencia de estos
microorganismos en gran número, genera un efecto dominó positivo en todo
el ciclo: los animales que se alimentan del fitoplancton se multiplican
y ello genera la aparición de depredadores de mayor tamaño, como el
atún. El ciclo entonces se vuelve autosuficiente.
Y justamente eso es lo
que atrae al fitoplancton a las zonas cercanas a islas: las aves y los
grandes peces que acuden a alimentarse, cuando terminan, generan una
gran cantidad de “fertilizantes” que colaboran en el aumento del
fitoplancton.
Otro detalle importante señalado por los investigadores es la presencia de lagunas dentro de los atolones, que atraen gran número de aves cuyas deposiciones son removidas por las mareas y circulan en el interior de estas piscinas naturales.
Otro detalle importante señalado por los investigadores es la presencia de lagunas dentro de los atolones, que atraen gran número de aves cuyas deposiciones son removidas por las mareas y circulan en el interior de estas piscinas naturales.
De acuerdo con Gareth Williams, de la Universidad Bangor y uno de los responsables de la investigación, “la hipótesis de las islas como oasis de vida era aceptada, pero nunca se había demostrado más allá de estudios individuales centrados en una sola isla. Al probar su veracidad podremos explorar cómo el cambio climático altera estos recursos, algo que puede ser muy beneficioso para la industria pesquera. Es cierto que existen otras regiones, en mar abierto, que también albergan mucha vida y estas podrían convertirse en refugio natural si el impacto del cambio climático es muy alto, de ahí la importancia de esta investigación”
FUENTE: QUO
No hay comentarios:
Publicar un comentario