Por la disminución sensible de ejemplares en cuerpos de agua en Tabasco
y debido a su consumo como manjar exótico, la pigua, crustáceo gigante
de la región, es objeto de reproducción en laboratorio con fines de
repoblación.
La investigadora Jeane Rimber Indy, encargada del proyecto, comentó que esta especie, denominada "Macrobrachium Carcinus", no cuenta con un plan de conservación ni reproducción en cautiverio y está en peligro de extinción, pese a no contemplarse dentro de la normativa respectiva en el país.
La investigadora señaló que a fin de evitar su desaparición en cuerpos de agua en la entidad, desde hace siete años inició su estudio en el laboratorio de la División de Ciencias Biológicas de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), donde realiza su postdoctorado.
Rimber, oriunda de Indonesia, donde estudió Ingeniería en Acuacultura, mencionó que se comenzó desde cero con investigación básica sobre la especie, su hábitat, comida y temperatura, para desde ahí planear su reproducción.
Al nacer las piguas, deben estar hasta 60 días en agua salada durante su desarrollo larvario, después ya son postlarvas que pueden introducirse en cuerpos de agua dulce como estanques o jagüeyes, para llegar a ser adultos y luego ser liberados en cualquier río.
En el laboratorio ya se produjeron unas 15 mil postlarvas, que fueron colocadas en estanques, y hace unos días se hizo la primera cosecha de unos 300 ejemplares grandes con huevos para seguir produciendo en laboratorio. La especie ha crecido rápido y bien porque no necesita mucho mantenimiento, por lo que en enero próximo se realizará una segunda cosecha en otro estanque.
Rimber Indy, con Maestría en Biología y Doctorado en Biotecnología Marina en Japón, añadió que una vez lograda la producción constante en laboratorio, se puede pasar a la repoblación de cuerpos de agua.
"Funciona muy bien el proyecto. Primero para conservar la especie, repoblar los cuerpos de agua y luego la captura para comerla", apuntó.
La investigadora Jeane Rimber Indy, encargada del proyecto, comentó que esta especie, denominada "Macrobrachium Carcinus", no cuenta con un plan de conservación ni reproducción en cautiverio y está en peligro de extinción, pese a no contemplarse dentro de la normativa respectiva en el país.
La investigadora señaló que a fin de evitar su desaparición en cuerpos de agua en la entidad, desde hace siete años inició su estudio en el laboratorio de la División de Ciencias Biológicas de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), donde realiza su postdoctorado.
Rimber, oriunda de Indonesia, donde estudió Ingeniería en Acuacultura, mencionó que se comenzó desde cero con investigación básica sobre la especie, su hábitat, comida y temperatura, para desde ahí planear su reproducción.
Al nacer las piguas, deben estar hasta 60 días en agua salada durante su desarrollo larvario, después ya son postlarvas que pueden introducirse en cuerpos de agua dulce como estanques o jagüeyes, para llegar a ser adultos y luego ser liberados en cualquier río.
En el laboratorio ya se produjeron unas 15 mil postlarvas, que fueron colocadas en estanques, y hace unos días se hizo la primera cosecha de unos 300 ejemplares grandes con huevos para seguir produciendo en laboratorio. La especie ha crecido rápido y bien porque no necesita mucho mantenimiento, por lo que en enero próximo se realizará una segunda cosecha en otro estanque.
Rimber Indy, con Maestría en Biología y Doctorado en Biotecnología Marina en Japón, añadió que una vez lograda la producción constante en laboratorio, se puede pasar a la repoblación de cuerpos de agua.
"Funciona muy bien el proyecto. Primero para conservar la especie, repoblar los cuerpos de agua y luego la captura para comerla", apuntó.
En el Laboratorio de Larvipigua, mencionó, colaboran en el proyecto un investigador de Brasil y cinco alumnos de la Facultad de Biología. La pigua es nativa de Latinoamérica y se encuentra desde el sur de la Florida hasta Brasil. Este crustáceo es de mayor talla entre los ejemplares parecidos y es el equivalente a una langosta de mar, pues una pigua macho puede llegar a pesar hasta un kilogramo.
La investigadora apuntó que en Veracruz, Campeche y Tabasco el ejemplar escasea y sería recomendable establecer controles en su captura, como licencias, tal y como se hace en Brasil.
"Si no se conserva, se va a acabar", puntualizó Rimber. La pigua, semejante a un camarón gigante, es un platillo tradicional de la cocina tabasqueña, que se degusta principalmente al mojo de ajo, a la mantequilla o enchipotlada.
Hace cinco años comenzó a retirarse del menú en diversos restaurantes por su escasez y lo elevado del precio.
FUENTE: Informador
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