¿Quién salvará a la
ballena jorobada? Nosotros, si dejamos de mirar a las especies en
peligro como en un casting de moda: hermosos, feos, horribles o
estrambóticos, los animales no deben desaparecer como especie si podemos
evitarlo. Sin el canto y los saltos de las ballenas jorobadas, los
jorobados terminaremos siendo los humanos
.
Hay animales que nacen con suerte. El panda. El delfín. El tigre. La
zebra. El oso hormiguero. Son bonitos, fotogénicos, sexys, de solo
verlos despiertan la simpatía del público, las ganas de dar dinero a la
ONG o colaborar con la agencia de la ONU que ponga el retrato en su
póster. Cuando la foca bebé te mira a los ojos, ya vas llevando la mano
al bolsillo. Cuando un dentista malvado osa cazar al león Cecil, tan
bello él, se desata la furia en las redes sociales.
Pero no todos los animales en peligro de extinción tienen la fortuna
de nacer tan atractivos. Algunos son feos sin remedio, repugnantes, de
“quítame de ahí ese bicho”. Esos lo tienen mucho más difícil encontrar
quién los defienda. No aparecen en las campañas publicitarias de
organizaciones ecologistas, no se convierten en logos de campañas. No
nos gustan.
En esta categoría entra uno de los mamíferos marinos más impactantes:
la ballena jorobada. Son muy grandes (pesan hasta 30 toneladas y su
cola mide hasta 12 metros), cantan más y mejor que casi todas las demás
ballenas, y saltan con gracia fuera del agua. Lamentablemente, esta
sociabilidad las hace presa fácil de los balleneros: quedan solo 15.000,
y en los últimos años su número está bajando de forma alarmante.
No son la única especie en peligro, por supuesto. Cuenta Natalia
Angulo Haynes en su Subjetivo de esta semana que según la revista
científica ‘Science’, “por culpa de los seres humanos, desde el año 1500
han desaparecido 322 especies de vertebrados”.
Desde que apareció vida en la Tierra, unas especies se han extinguido
y otras nuevas han aparecido. Pero ahora somos nosotros los culpables, y
muchas de las especies que desaparecen son esenciales para otras y para
los ecosistemas en los que viven. En tierra firme, los países pueden
ejercer algo de control.
En mar abierto, todavía rige la ley de la
selva. Las criaturas marinas son de todos y no son responsabilidad de
nadie. La caza de ballenas se sigue practicando y se defiende como una
tradición cultural por países como Japón, Noruega e Islandia.
FUENTE: El Subjetivo
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