sábado, 5 de diciembre de 2015

Esta ballena sí que está jorobada

¿Quién salvará a la ballena jorobada? Nosotros, si dejamos de mirar a las especies en peligro como en un casting de moda: hermosos, feos, horribles o estrambóticos, los animales no deben desaparecer como especie si podemos evitarlo. Sin el canto y los saltos de las ballenas jorobadas, los jorobados terminaremos siendo los humanos
.
Hay animales que nacen con suerte. El panda. El delfín. El tigre. La zebra. El oso hormiguero. Son bonitos, fotogénicos, sexys, de solo verlos despiertan la simpatía del público, las ganas de dar dinero a la ONG o colaborar con la agencia de la ONU que ponga el retrato en su póster. Cuando la foca bebé te mira a los ojos, ya vas llevando la mano al bolsillo. Cuando un dentista malvado osa cazar al león Cecil, tan bello él, se desata la furia en las redes sociales.

   Esta ballena sí que está jorobada
Pero no todos los animales en peligro de extinción tienen la fortuna de nacer tan atractivos. Algunos son feos sin remedio, repugnantes, de “quítame de ahí ese bicho”. Esos lo tienen mucho más difícil encontrar quién los defienda. No aparecen en las campañas publicitarias de organizaciones ecologistas, no se convierten en logos de campañas. No nos gustan.

En esta categoría entra uno de los mamíferos marinos más impactantes: la ballena jorobada. Son muy grandes (pesan hasta 30 toneladas y su cola mide hasta 12 metros), cantan más y mejor que casi todas las demás ballenas, y saltan con gracia fuera del agua. Lamentablemente, esta sociabilidad las hace presa fácil de los balleneros: quedan solo 15.000, y en los últimos años su número está bajando de forma alarmante.

No son la única especie en peligro, por supuesto. Cuenta Natalia Angulo Haynes en su Subjetivo de esta semana que según la revista científica ‘Science’, “por culpa de los seres humanos, desde el año 1500 han desaparecido 322 especies de vertebrados”.

Desde que apareció vida en la Tierra, unas especies se han extinguido y otras nuevas han aparecido. Pero ahora somos nosotros los culpables, y muchas de las especies que desaparecen son esenciales para otras y para los ecosistemas en los que viven. En tierra firme, los países pueden ejercer algo de control.

En mar abierto, todavía rige la ley de la selva. Las criaturas marinas son de todos y no son responsabilidad de nadie. La caza de ballenas se sigue practicando y se defiende como una tradición cultural por países como Japón, Noruega e Islandia.


FUENTE: El Subjetivo


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