domingo, 6 de marzo de 2016

Los dodos eran más listos de lo que se cree





                                
En 1662, fue avistado el último dodo en la isla Mauricio, en el océano Índico. Los holandeses se habían asentado en ella pocas décadas antes, y en ese tiempo, esta ave no voladora fue perseguida hasta su extinción.

El saqueo de sus nidos y la introducción de especies invasoras en su hábitat precipitaron la rápida desaparición de los dodos, Raphus cucullatus. De ellos, se sabe que medían aproximadamente un metro de alto, pesaban entre 10 y 15 kilos y poseían un fuerte y largo pico, de más de 20 centímetros. Podrían estar emparentados con las palomas, y desde que fueron avistados por primera vez por los portugueses, a principios del siglo XVI, se les ha considerado unos animales torpes, fáciles de capturar y, en general, poco avispados.

No obstante, muchos aspectos de su biología aún constituyen un misterio, pues apenas de conservan restos. Ahora, un nuevo estudio, coordinado por Eugenia Gold, una experta en ciencias anatómicas de la Universidad de Stony Brook, en Nueva York, ha puesto de manifiesto que los dodos no eran especialmente estúpidos. 

                                    

De hecho, el tamaño de su cerebro es el adecuado para un ave de su tamaño. “No es ni demasiado grande ni demasiado pequeño. Tiene justo la talla que cabría esperar”, indica Gold. “Aunque en el desarrollo de la inteligencia intervienen muchos factores, si tomamos el tamaño relativo del cerebro como una medida básica de la misma, podríamos concluir que los dodos eran, en esencia, tan listos como una paloma”, señala.

Según recogen Gold y sus colaboradores en un artículo publicado en la revista Zoological Journal of the Linnean Society, para determinarlo, estudiaron mediante tomografía computada de alta resolución el cráneo de uno de estos animales, preservado en el Museo de Historia Natural de Londres. Su trabajo ha permitido conocer, además, que tanto el dodo como el solitario de Rodrigues, Pezophaps solitaria, otra ave extinta, endémica de la isla Rodrigues, en el Índico, poseían grandes bulbos olfatorios, quizá porque eran animales terrestres que dependían de su olfato para conseguir el alimento.



FUENTE: Muy Interesante

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