viernes, 19 de febrero de 2016

El olor corporal de las aves atrae a los depredadores

Un estudio continuado demuestra que el olor corporal de las aves autóctonas de Nueva Zelanda es tan acre que delata la presencia de los pájaros a los depredadores.

Su olor puede abocar a algunas especies a la extinción a menos que los conservacionistas adopten algunas medidas poco ortodoxas, como echar desodorante en los nidos de las aves, según el biólogo Jim Briskie de la Universidad de Canterbury en Christchurch (Nueva Zelanda).

         

El aroma de muchos pájaros procede de una glándula que produce ceras esenciales para mantener la salud de las plumas.
En Europa y América, el cuerpo de los pájaros altera esta cera de mantenimiento durante la temporada de cría cambiando su composición para reducir los olores y que los nidos de las aves resulten menos detectables.

En un experimento reciente en Nueva Zelanda, Briskie comparó las ceras de seis especies autóctonas, como los petirrojos y los acantizidos, con las ceras de especies invasoras como los tordos y los gorriones, que habían evolucionado en Europa hasta los años 70 del siglo XIX.
«Los pájaros europeos en Nueva Zelanda cambiaron sus ceras protectoras para desprender menos olor en la temporada de cría —dice Jim—pero las aves endémicas no, y siguieron desprendiendo más olor durante todo el año».

Por ejemplo los kiwis —aves no voladoras autóctonas del tamaño de un pollo— huelen a amoníaco y los kakapos, que tampoco pueden volar, huelen como un maletín de violín mohoso, según Briskie.
Otras especies de Nueva Zelanda parecen tener igualmente aromas distintivos, afirma Briskie, a diferencia de la mayoría de las aves de otros continentes.
«Sabemos que a los perros con bozal les resulta fácil encontrar kakapos y kiwis por su olor, así que sospecho que los depredadores como las ratas o los gatos asilvestrados también deben ser capaces de encontrar fácilmente a las aves autóctonas», dice Briskie.

             




FUENTE: National Geographic

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